Recién se estaba jugando el sorteo 723 de la Lotería de Cúcuta, cuando se produjo un rumor que se extendió como un reguero de pólvora por toda la ciudad.
La historia data de abril de 1958, así que retrocediendo en el tiempo en busca de antecedentes que hubieran podido dar origen a tan llamativo suceso y todavía no tan extendida la seducción por los fenómenos espaciales, que apenas estaban iniciándose por parte de las dos potencias del momento, el hecho que se apareciera por estas tierras un objeto venido de otro planeta, era realmente un hecho tan insólito como fascinante.
Desde finales del decenio de los años treinta, se había experimentado el pánico colectivo, en los Estados Unidos, a raíz de la transmisión radiofónica de la adaptación de “La Guerra de los Mundos”, una novela de ciencia ficción escrita por H.G. Wells, en la que, a pesar de las advertencias preliminares, los oyentes pensaron que se trataba, en realidad, de una invasión de seres extraterrestres, desatando una histeria colectiva que solamente logró controlarse varias horas después, cuando se aclaró que el programa había sido emitido a manera de celebración, con ocasión del día de Halloween y aunque la broma macabra generó caos y desórdenes masivos, tanto la emisora como el propio Orson Wells, promotor del dramatizado, ofrecieron sus disculpas y el hecho pasó al olvido al poco tiempo.
Sin embargo, este no fue el único caso producto de situaciones similares a la narrada.
Por esa misma época, se había presentado en los EE.UU. el ‘incidente Roswell’ que mantenía entre el público del común, las incertidumbres del caso sin llegar a determinarse la realidad del asunto pero que promovió una serie de películas que mantuvieron el tema en la mente del público durante muchos años y que, en buena parte, contribuyó a promover los inicios de la carrera espacial que despegó definitivamente a finales de los años cincuenta.
Coincidiendo con estas fechas, cuando ya se habían lanzado los Sputniks, con la perra Laika, que finalmente falleció en el intento y los Explorers, primeros satélites artificiales lanzados por el hombre al espacio; cuando se hablaba de esas hazañas por todos los rincones del mundo, por estas polvorientas heredades, se imaginaban esos cohetes surcando el espacio en busca de aventuras que fueron, precisamente, lo que algunos se imaginaron había sucedido hace exactamente 56 años, en el mes de abril, cuando un pequeño grupo de exaltados ciudadanos fueron corriendo a los medios de comunicación para informar de un hecho inaudito, pues se tenían conocimiento que un cuerpo extraño que humeaba, que según algunos más ilustrados afirmaban que era un satélite y que lo habían visto descender velozmente envuelto en llamas.
Ante estas evidencias y luego que las noticias se regaran por toda la ciudad en menos de media hora, una caravana de taxis, algunos con periodista y otros, los más, con curiosos, salieron rápidamente hacia el lugar indicado, acompañados eso sí, de las autoridades locales, entre los que se encontraban el alcalde mayor y el personero, además de otros altos burócratas que habían sido informados ‘oficialmente’ por los funcionarios del Permanente de La Magdalena a cuya jurisdicción le correspondía.
Llegados hasta el pie del cerro en los automotores, el grupo de individuos que fue a encontrarse con los restos de lo que suponían eran un satélite o bien, un aerolito, subiendo por los pedregales del cerro de El Diviso, que dicho sea de paso, era el sitio, en ese tiempo, del basurero de la ciudad, no encontraron nada distinto a una guía que se había dispuesto para el levantamiento de los planos aerofotométrico que estaban llevando expertos nacionales y que consistía en una estructura piramidal sobre un soporte en madera que terminaba en un cono recubierta por una tela a cuadros blanca y negra, que permite delimitar las coordenadas y los límites, técnicas utilizadas entonces para esta clase de levantamientos.
Aún después de la comprobación realizada por las autoridades, muchos se ‘echaron’ sus viajecitos al cerro para ver si encontraban un pedacito del satélite o un trozo del gigantesco aerolito.
El hecho terminó en una ‘mamadera de gallo’ típicamente cucuteña, en donde, finalmente no hubo nada de lo que se decía, salvo la asoleada que tuvieron que soportar los funcionarios de la administración municipal, alcalde incluido y del buen ejercicio muscular que constituyó la escalada al cerro por demás sucio y maloliente que debía ser en ese momento.
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