Sergio
Urbina G.
En Cúcuta era costumbre que con el inicio de
diciembre, mes más
alegre del año y el más esperado por los niños, por los estudiantes de colegio,
y por qué no, también por los adultos, se daban inicio a una serie de
actividades propias de la época y de la cultura ancestral, como la de armar e
imprimirle vida al pesebre, que era una obra más que manual, de paciencia, de
arte e ingenio, obligada en toda casa, en la que participaba toda la familia,
que marcaba el inicio de la novena preparatoria del nacimiento del Niño Dios y
congregaba a todos a rezarla cada noche.
Al final de la jornada se departía con los asistentes
tanto de la casa como de vecinos amigos, de pequeñas delicias culinarias
preparadas por las abuelas con esmero, como el dulce de conchas de toronja
secadas al sol y al sereno para desamargarlas y lonjas de papaya verde, ambas
bañadas en almíbar de panela, los delicados y suaves buñuelos de papa, también
conservados en miel, del masato, o de un buen tinto servido con una copa de un
buen brandy.
EL JUEGO DE AGUINALDOS
Se iniciaba esta sana y bella costumbre en los diciembres
del pasado siglo, de toda mi recordación, practicada entre los más amigos de
ambos sexos, también coincidiendo con los nueve días de la novena, en especial
los del colegio y barriada, que consistía en apostar a los aguinaldos, juegos
que según expertos, eran originarios de las culturas romanas españolas y
despertaban sentimientos de fraternidad y amistad entre los hombres, ante el
anuncio de la natividad de Jesús.
La palabra es la evolución etimológica de Au-Gui-l´aneuf
, de donde (Au significa AlGui, que era el nombre del muérdago de la encina que
los sacerdotes druidas buscaban y obsequiaban como regalo precioso a los fi eles,
y l´anneuf que significa año nuevo), ¿aún se practica?, en que la pareja
comprometida en el juego y según la condición pactada, ejemplos, “al beso
robado”, “pajita en boca”, “a no contestar o al mudo”, “al dar y no recibir”,
“al sí y al no”, etc., si se quebraba la modalidad al ser interrogado y siempre
cogido por sorpresa al otro jugador(ra), se perdía, gritando “mis aguinaldos”,
debiendo este pagar al ganador la apuesta previamente acordada, que consistía
en regalos de pequeña monta, y era muy común entre parejas que se gustaban uno
del otro, vecinos del barrio o residencia, los pequeños amoríos de colegio,
pero inolvidables la mayoría de ellos, que eran una delicia el encuentro a la
salida de la misa de aguinaldo de las cinco de la mañana para disfrutar del tal
juego.
A mí me tocó, como muchacho de la época de colegio en los
ya lejanos años cincuenta, participar en
este jueguito tan esperado por los más amigos, primero en mi pequeño pueblo de
Villa Sucre, posterior ya en la ciudad, y era todo un contento practicarlo a la
salida de la misa de cinco de la mañana, allá en la recordada Iglesia de San
Antonio, donde a la salida se esperaba a la amiguita o admiradora para tratar
de hacerla caer en las preguntas del juego pactado de antemano, departir con ellas
minutos alegres y después, ya con solo amigos, poder seguir en el sitio que denominamos
la estatua del “chulo”, en una esquina del parque aledaño a la iglesia citada,
o Mercedes Abrego, de charlas animadas, mamadera de gallo en general y la planificación
de los futuros programas de la noche, al igual sabrosos y prometedores de
aventuras a cuento.
EL AGUINALDO
Era la costumbre entre los más amigos de regalar
obsequios de no mucho valor, bajo el nombre de pedir uno al otro y antes de
llegar el 24, “Mis Aguinaldos”, tanto por la muchachada como por los mayores.
LA CARTA AL NIÑO DIOS
Tal vez y como la mejor emoción que guardo es la bella
costumbre de escribirle al Niño Dios, con lo que se aspiraba a que el Papá Noel
trajera como regalo en la noche de navidad.
Para el efecto se introducía bajo la almohada la petición
y se colocaban los zapatos cerca a la cama, para cuando el despertar al otro
día se encontraran los regalos, y según la tradición en la familia, si se había
portado bien o mal, ese niño era recompensado en su medida.
Fueron muchos años trascurridos en “creer este bello
cuento”, para al final, saber con cierto sinsabor, que el regalo era obra de nuestros
padres.
Pero eran otros tiempos, cuando la niñez estaba adornada
de estos pequeños detalles y la inocencia primaba sobre el saberlo todo en un
tiempo precoz, en contravía de la actual modernidad, y me pregunto:
¿Si creen los niños actuales del siglo XXI, en el Niño
Dios, en el pesebre, en los aguinaldos y tantas otras cosas que otrora fueron
delicias para los de la época pasada?
¡Me temo que NO!
LO QUE EXTRAÑAN LOS CUCUTEÑOS DEL EXTERIOR (La Opinión)
La
hayaca
Las hayacas, la familia, los pasteles de garbanzo y los paseos al río es lo
que más extrañan los cucuteños que se encuentran por fuera de la ciudad en
época navideña
Un gran número de personas, afirman que las hayacas es el plato por excelencia
que añoran en temporada decembrina. Además del mute, la rampuchada, el masato y
las hamburguesas del malecón.
Sin duda, la familia guarda un especial recuerdo para todos aquellos que tienen
que celebrar la navidad por fuera de la ciudad. “Extraño la familia, ese era el
tiempo en que nos uníamos todos los primos, tíos, hermanos y los papas en la
casa de la nona”.
Otra de las cosas que evocan es el ambiente navideño de la capital de Norte de
Santander: las novenas, las misas de aguinaldo en las madrugadas, el irse por
todo el barrio dando el feliz año y el equipo de sonido en la calle a todo
volumen celebrando con los vecinos.
Los paseos al río el 25 de diciembre y el 1 de enero es otra de las grandes
añoranzas de los cucuteños. Muchos afirman que ir enguayabados al río, nadar,
hacer el sancocho y el asado con toda la familia, vecinos y amigos es una de
las cosas que más evocan.
En cuanto a la música, afirman que recuerdan mucho los sonidos de Pastor López,
Los Melódicos, la Billos, el ‘loco quintero’ y hasta las gaitas venezolanas de
Radico Caracas Televisión.
Así mismo, los cucuteños de la vieja data no olvidan el sonido de la pólvora,
ahora ilegal, que acompañaba la navidad y el año nuevo desde tempranas horas de
la noche hasta la mañana del 25 de diciembre y el primero de enero.
“Yo he extrañado desde que me fui: mi familia, amigos, rumba, trago barato, las
luces, los colores, los vecinos, las novenas, las misas de aguinaldo a las 4:00
de la mañana, las hayacas, los buñuelos, la natilla, el sancocho o el mute del
25 o el 31, la pólvora, la música a todo volumen en la calle, el regalo del
niño Jesús, el ‘faltan cinco pa’ las doce’, el conteo regresivo para finalizar
el año y muchas otras cosas, que después de taaaantos años afuera no dejo de
extrañar” o “Todo Cúcuta es un paraíso que solo valoramos cuando vivimos en
otras partes”, son expresiones de cucuteños en el exterior.
Recopilado:
Gastón Bermúdez V.
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