Pero aquí si que nos toca hacer un paréntesis para retornar al año de 1900, en el cual nacen los males que hoy se padecen y que se analizarán en el dedicado al Presente. La administración de los negocios públicos tenía su asiento principal en Bucaramanga y no existían la administración de Hacienda, ni la administración de rentas departamentales.
La música no podía quedarse atrás y es así como en junio de 1894, un domingo, durante la tradicional retreta, don Elías M. Soto, estrenó sus celebres Brisas del Pamplonita, que nos han hecho conocer en el mundo.
La agricultura hizo que floreciera de las entrañas de la tierra el cacao, cuyo sabor traspasó las fronteras para que fuera degustado por la alta clase europea como relatan de la Reina Victoria de Inglaterra, en el siglo XIX, que solicitaba se le remitiera cacao de la Villa del Rosario de Cúcuta.
¿Qué decir sobre el petróleo? Que osadía al instalar la primera refinería de Sur América en el año de 1906, previendo antes que todo, la importancia que para el desarrollo del mundo tendría la industria del petróleo.
Se ha hecho un recuento de Cúcuta en El Pasado, que nos muestra la brillantez de la inteligencia, el empuje dinamismo y don de gentes laboriosas que se manifiestan una vez más altivas, cuando el 18 de mayo de 1875, queda destruida y acabada pero emergen con mayores bríos para reconstruirla y dejarnos como legado, la que es hoy hermosa capital del Departamento.
b) El Presente. Si miramos desde cualquiera de los puntos cardinales, vemos como en los últimos años el crecimiento material ha sido extraordinario, que sobrepasa los cálculos en todos los aspectos: construcción, cultural, deportivo, económico, crecimiento de población, etc.
Pero hay que preguntar: ¿Hemos sido fieles seguidores del ejemplo que nos dejaron quienes forjaron una ciudad partiendo de la nada? Cada uno de nosotros debe ser sincero y responder individualmente y si es el caso, buscar una enmienda que permita levantar la cara y decir presente.
Decía al analizar El Pasado, que el mal que nos aqueja provenía, desde 1900 cuando ya existía una dependencia de Bucaramanga en la parte administrativa, y hoy no solamente de allí, sino de los poderes centrales que menosprecian a las partes alejadas de la patria; pero aquí si somos todos culpables porque hemos sido conscientes y aceptado esta manera de dominarnos en todas las escalas y esferas. ¡Será acaso que la clase dirigente es inferior a los destinos que tiene la patria chica?
Es hora de despertar y demostrar que el postulado “los nortesantandereanos también podemos”, es una realidad. ¿O tal vez el conformismo ha sentado sus reales y nos domina?
Mucho se dice de las bondades de nuestra tierra, ¿pero dónde está el amor por el terruño que nos vio nacer?
Será que únicamente el sentido mercantilista nos ha invadido, dejando atrás la motivación que dieron nuestros antepasados?
Nos vanagloriamos de ser la cuna de la nacionalidad en el Congreso de 1821, de ser la tierra natal del Hombre de las Leyes, la frontera más comercial del país y que más turistas recibe diariamente, pero da gran pesar ver cómo pasan raudos por los monumentos históricos de Villa del Rosario, sin darse cuenta de que existen, ¿no les interesará la historia?
Creo que sí, pero cambiando la negligencia de las autoridades para colocar anuncios periódicos que les indiquen continuamente que a determinada distancia, se encuentran el Templo Histórico en donde se desarrolló el Congreso que redactó la Constitución de 1821 y la casa donde nació el General Francisco de Paula Santander, los cuales harían que se detuvieran y visitaran dichos monumentos y a la vez sirvieran de promotores cuando regresen a su patria, y muestren fotografías o cuenten sobre los lugares visitados.
Qué se ha hecho el espíritu cívico, tradicional sentido de cordialidad y la fama que según don Carlos Luis Jácome en sus deliciosas crónicas de “Cúcuta de otros días” nos narra, ¿cómo hicieron nuestros antepasados para construir y sostener aquella fama de aseo y pulcritud de que gozaron? Repetimos la pregunta porque en efecto la variedad y extrema cantidad de circunstancias que a ello se oponían hacer muy interesante y deseable una respuesta.
En El Pasado se habló del petróleo pero como dice el refrán “en casa de herrero azadón de palo”, da vergüenza que las calles de nuestra ciudad se encuentren sin asfalto y más teniendo facilidades para poder mostrar con orgullo ante propios y extraños unas vías en condiciones transitables. ¿Hasta cuándo seguiremos con esta apatía que se ha apoderado de las gentes de Cúcuta y sus gobernantes?
La parroquia nació legalmente, con el poblado, el 17 de junio de 1733, al otorgar la señora por escritura pública ante Juan Antonio Villamizar, alcalde de la ciudad de Pamplona como notario, y siete testigos, en su hacienda en Tonchalá, “media estancia de ganado mayor”, situada en su otra propiedad de Guasimal, Valle de Cúcuta. Tal es la donación, firme y legítima según reza la escritura, buena, mera, pura, perfecta e irrevocable, cierta y segura de toda paz.
Acepte el reto por intermedio de sus hijos y no tengamos que decir “lloremos como mujeres, lo que no supimos defender como hombres”.
c) El Futuro. Cada ciudad es dueña de su destino, ¿qué estamos haciendo para dejarle como herencia a nuestros hijos? Esta es una premisa que debemos afrontar para encontrar las soluciones que demandarán en breve tiempo los múltiples problemas que nos aquejan y que si se dejan para tarde, para tarde se quedan.
Al acercarse la conmemoración del centenario de la reconstrucción de Cúcuta, debemos trazar planes que sean efectivos y cuya realización se ejecute a fin de poder decir al final de nuestra existencia, hemos cumplido para con nuestra ciudad los deberes cívicos que teníamos como hijos fieles y sinceros.
Por último, aquellos que han sido acogidos en su seno aunque de partes lejanas, no pueden sustraerse las obligaciones morales y de correspondencia que como hijos adoptivos les corresponden.
Al final podremos decir sinceramente y con la mano en el pecho, copiando a monseñor Pérez Hernández. “Qué bello es nacer, vivir y morir en Cúcuta”.
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