Una prueba fehaciente de su errático devenir en la vida nacional es la identificación de las siglas que la reconocen y que ha cambiado, oficialmente o no, pero siempre ha quedado la duda, sobre todo entre los comunicadores y periodistas cuando se trata de mostrar alguna noticia alusiva a sus actividades.
No niego la importancia que ha tenido en la vida nacional desde sus inicios en 1951 tanto a nivel nacional como local, la preocupación radica en la incertidumbre que rodea su gestión pues no se avizora una línea de acción o de estrategia que sea consistente, algo así como una política de largo plazo que le otorgue a sus afiliados unos beneficios duraderos que los consolide como empresarios y que les permita ascender en la escala de sus logros.
Hoy han agrupado, no solo a los pequeños, que era la intención primigenia para colaborar con su fomento y contribuir con su ascenso económico y social, sino que han incluido microempresas y medianas, como si la caracterización, con sus problemas y ventajas fueran iguales para todas. Entre otras y dicho sea de paso, esa es la razón por la que no se ha logrado, en Colombia, darle el impulso necesario a estos sectores para logren su éxito como empresarios, en la escala de valores que se ha logrado en otros países similares al nuestro.
Hubo en común, entre todos los asistentes un detalle que debe mencionarse y fue la posibilidad de abrir simultáneamente una sucursal del Banco Popular, propuesta que fue acogida con gran entusiasmo, especialmente por el sector oficial, que veían una alternativa adicional de posibles financiamientos a sus proyectos.
De esa reunión salió la primera junta provisional constituida así, presidente Justo Gómez, quien tenía un taller de fundición que fue muy famoso en la ciudad por ser el principal proveedor de accesorios para las estufas de carbón y leña que eran de uso común en toda la región, secretario general José Arturo Gómez Buitrago y tesorero Samuel Darío Téllez.
La sede original se instaló en la avenida octava número 10-34, en un segundo piso. Allí comenzaron a inscribirse los aspirantes, quienes debían cancelar una cuota de $20 pagaderos en dos contados, el primero en el momento de la inscripción y el segundo, sin un plazo estipulado que se dejaba a voluntad del afiliado, siempre que no se excediera del año.
Para ello, el doctor Suárez Acosta vino comisionado para estudiar las bases con las que se daría inicio a las funciones del banco, comenzando por buscar un local adecuado para ello. Dos fueron las propuestas iniciales, la primera, las oficinas donde venían funcionando las cajas de las Empresas Municipales y que vendrían a ser el aporte del municipio y la segunda, las instalaciones donde funciona el Banco Comercial Antioqueño, que se mudará para ocupar el hermoso edificio que acababan de construir en frente del parque Santander por la avenida sexta.
Mientras tanto, se había producido el relevo del gobernador Moncada y fue nombrado el doctor Oscar Vergel Pacheco, quien le puso su mayor empeño a la gestión, logrando que el gobierno nacional aprobara la apertura de una oficina del banco pero con aportes del departamento y el municipio.
Todo esto se dio una vez se autorizó la participación de los entes territoriales, que aportaron la suma de $360.000 en cuotas de $60.000 cada uno durante tres años.
Mientras tanto, los industriales se estaban beneficiando de un programa que Acopi había logrado convenir con el mismo Banco Popular para financiar la importación de maquinaria que requerían para sus labores manufactureras y que vendría a ser el anticipo de las operaciones bancarias con que iniciaría sus actividades bancarias.
La decisión sobre la escogencia del local donde funcionaría fue unánime y recayó sobre las instalaciones donde funcionó el Banco Comercial Antioqueño que tenía todos los requisitos exigidos para el funcionamiento de una institución de esa categoría.
Por problemas de agenda no se pudo definir una fecha exacta así que todo quedó resuelto con la presencia de los principales directivos del banco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario