La Opinión
Los trabajadores del Hospital Universitario Erasmo Meoz (Huem) de Cúcuta lloran la partida de Roberto Claro.
La comunidad de Norte de Santander, especialmente de Ocaña, de donde era oriundo, recibió muy temprano el 18 de agosto 2020, la triste noticia sobre la muerte del médico Roberto José Claro Jure, quien era coordinador médico del Hospital Universitario Erasmo Meoz (Huem) de Cúcuta y médico general del servicio de Urgencias.
El reconocido profesional de la salud perdió la batalla contra el coronavirus y falleció en la madrugada en Bucaramanga.
El ocañero entregó 33 años de su vida al Huem, en donde sus compañeros están devastados por su partida, “destacándose por su profesionalismo, entrega a la formación de profesionales de la salud, un galeno de corazón noble y sensible ante los problemas de sus pacientes, amante de la vida y un apasionado a la medicina alternativa”, señaló el hospital.
Así será recordado por familiares y amigos el médico ocañero Roberto José Claro. Era un hombre muy alegre que amaba cantar. Hoy su familia y compañeros del hospital de Cúcuta lloran su partida como consecuencia del coronavirus. ¡Adiós doctor Claro!
“Hoy lloramos la partida de Robert o ‘El Profe’, como lo llamábamos de cariño. El doctor Tonino Botta junto a la administración y toda la comunidad hospitalaria lamentan el deceso de este guerrero de la primera línea y envían un fuerte abrazo de fortaleza a todos sus familiares”.
Es la segunda baja del Meoz en esta guerra contra la COVID-19, pues el 8 de agosto falleció Sandra Mesa Ruiz, enfermera jefa del servicio de Urgencias.
Para recordar al médico nortesantandereano, La Opinión lamenta la muerte del médico y les trae esta anécdota que Claro vivió en la morgue del entonces hospital San Juan de Dios, recogida en el libro ‘Hotel de Dios. Memoria del Hospital San Juan de Dios de Cúcuta’ (2019), de Juan Carvajal Franklin y publicado por la Biblioteca Pública Julio Pérez Ferrero, institución que hoy ocupa el lugar del desaparecido centro asistencial.
El doctor Roberto Claro refiere que al final de una tarde, como a las 6:00, el “tiburón”, ayudante de necropsias del patólogo forense, le dijo que se iba a descansar un rato en la “nevera” (morgue). A eso de las 9:30 pm llegaron tres ancianas temblorosas buscando a su hermano alcohólico que sospechaban muerto.
“Las acompañé a la ‘nevera’ con el policía, había que revisar cuatro camillas con cuerpos cubiertos con las respectivas sábanas. Levantamos la primera: una mujer traída del barrio de tolerancia. Bajo la segunda sábana encontramos una niña que había muerto en la Clínica de Leones esa tarde. La tercera cubría a un hombre flaquísimo que había muerto de un infarto. Al levantar la última sábana, el ‘tiburón’ abrió los ojos, nos miró y dijo con naturalidad: ‘¡¡Bueennnaaas!!’”.
“El policía que acompañaba a las ancianas cayó desmayado, las viejitas salieron corriendo como si fueran muchachas, una de ellas abandonó el bastón y pasó veloz al otro lado de la calle. En el bar la alcanzaron: — ¡El muerto habló! —, balbuceó por fin la vieja, pasmada”.
“Al otro
día me citaron para que firmara los papeles de mi despido, por hacer bromas
macabras. Les expliqué que ‘el tiburón’ me había advertido que iba a dormir en
la ‘nevera’, pero imaginé que el hombre tenía su propia cama”.
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
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