Estudiaba, en Cúcuta, en un colegio cercano a la capilla de las Hermanas Pías Discípulas del Divino Maestro, y todos los días entraba a dicha Casa de Oración a pedirle a Dios que le ayudara en las tareas y a hablar con las Hermanas. Le llamaba la atención el carisma de las Monjitas y las expresiones de arte religioso de que hacían gala. La capilla de ese entonces no era tan moderna como la de hoy, pero las Hermanas se esmeraban por tenerla siempre atractiva, con rasgos propios, diferentes a las iglesias y capillas tradicionales. La de ahora, diseñada por una Hermana Pía, arquitecta, de visión modernista de los oratorios, es hermosa y de arquitectura religiosa no clásica. Dos veces al día, las Hermanas se recogen el hábito, se quitan el velo de la cabeza y le hacen aseo a la capilla para esté siempre brillante y atractiva.
En el almacén, las Hermanas venden ornamentos sacerdotales y litúrgicos, vasos sagrados, retablos, imágenes y recordatorios, todo fabricado y tejido con muy buen gusto y refinamiento fuera de la común. Se ve, de entrada, que las Hermanas Pías Discípulas tienen en el arte una expresión de su labor misionera. Todo ello fue cautivando a la joven Esperanza, que ya llevaba una formación artística, pues recibía clases de violín en la Escuela de Música del Departamento, de aquella época.
Por eso, una vez terminado su bachillerato, Esperanza pidió ingreso a la Comunidad. Era la primera cucuteña que se acercaba a las Pías, y aún hoy, es la única Hermana cucuteña perteneciente a esta congregación. En lugar de las rumbas de los muchachos, prefirió el silencio de la oración; en vez de la esclavitud de la moda y del afán de la belleza corporal, buscó el hábito blanco de las Pías; en lugar de pensar en noviazgos y matrimonio, pensó en buscar a Dios. La recibió la Hermana Redenta Alessi, superiora de entonces, quien en su lengua enredada, mezcla de italiano y español, le dio la bienvenida, pero le puso un tate quieto: debe cumplir con todas las etapas de formación: Discernimiento, periodo en el cual las jóvenes aprenden, con la ayuda de las Hermanas, a discernir su vocación religiosa. Viene luego el Aspirantado, de 1 año, y el Postulantado, otro año. Las que pasen estos filtros preparatorios, entran a hacer el Noviciado, periodo de 2 años, al final de los cuales hacen la profesión temporal de los votos: Obediencia, pobreza y castidad.
Después viene la parte más dura, el juniorado, 6 años acrecentando y fortaleciendo la vocación, estudiando teología y aspectos alrededor de la liturgia. Las que no se rajan hacen la profesión de votos perpetuos, para siempre, y son consagradas como Hermanas Pías Discípulas del Divino Maestro.
Esperanza no se rajó, fue consagrada, anduvo en otras tierras y este año ha vuelto a Cúcuta, a servirle a Dios, a su Comunidad y a sus paisanos, en especial a la gente joven. Encargada de la tarea vocacional, cumple su labor misionera al lado de la Superiora Amanda Barrera Sastoque y de la Hermana Salomé Giraldo Salazar. Son tres religiosas que siguieron los pasos de la Hermana Órsola Rivata, primera Hermana Pía, y del padre Santiago Alberione, fundador de la Comunidad.
El padre Alberione, italiano, y quien ahora es Beato, es el fundador de la familia religiosa Paulina: padres Paulinos, Hermanas Paulinas (las de la Librería), Hermanas Pastorcitas, Hermanas Apostolinas y Hermanas Pías Discípulas del Divino Maestro. A éstas últimas las fundó el 10 de febrero de 1924 y los Papas Pío XII y Juan XXIII les dieron la aprobación pontificia.
A Cúcuta llegó la comunidad de las Pías Discípulas el 14 de agosto de 1975, en época del obispo Pedro Rubiano Sáenz. De manera que dentro de mes y medio, aproximadamente, estarán cumpliendo 36 años de estar aguantando calor entre nosotros y de estar ofreciéndonos su carisma, su ayuda y su trabajo vocacional y artístico. Ese día se vestirán de blanco recién lavado, adornarán la capilla con muchas flores, y sus oraciones subirán como incienso hasta el cielo. ¡Ah! Y lucirán sus mejores sonrisas, porque esa es una de las grandes virtudes de las Hermanas Pías Discípulas del Divino Maestro: su perenne alegría.
Allá estaremos para brindar con vino de consagrar o agua bendita, para darles abrazos y que nos den bendiciones. Y para pedirles a Esperanza, Salomé y Amanda que oren por nosotros, pecadores, ellas que viven cerca del Sagrario y que pasan varias horas al día frente a Jesús Sacramentado, expuesto en la Custodia.
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