Todo comenzó cuando las monjas Carmelitas Descalzas de Villa de Leyva (Boyacá) invitaron a los sacerdotes de la comunidad para que hicieran presencia en Colombia, y desde 1911 se han venido esparciendo por todo el país.
El 16 de julio de 1953 llegaron a Cúcuta, y a partir de esa fecha no han parado de trabajar en beneficio de los nortesantandereanos.
En ese tiempo construyeron un pequeño templo dedicado a la Virgen del Carmen y a Santa Teresa, y en 1971 levantaron la capilla actual que se convirtió en una de las parroquias más visitadas en la ciudad.
Los 58 años de historia de Los Carmelitas en Cúcuta y la originalidad con que los tres sacerdotes presiden los actos litúrgicos llegan al público y crean sentido de pertenencia en la feligresía.
Hernán Sevillano es uno de ellos. “Los fundadores españoles que vinieron fueron hombres extraordinarios. Han llegado padres queridos con don de gentes, simpatía y espiritualidad profunda”, declaró.
El clérigo que lleva seis meses en la capital de Norte de Santander, destacó la fe y los valores del cucuteño porque permite un trabajo dinámico en la iglesia. “Es agradable y generoso, tiene valores espirituales, es humilde, trabajador y espontáneo”, comentó.
Del dinamismo de la comunidad y la empatía que han logrado, afirmó que “esa mutua apreciación entre cucuteños y Carmelitas no ha hecho sino crecer y crecer. Estamos aquí con una convicción de estar bendecidos por el Señor. Eso nos da alegría, serenidad y paz. La condición que Dios nos da es amar a los otros”.
En concepto del superior de Barbacoas (Nariño), Hernán Sevillano, “Los Carmelitas son los que ponen los carismas particulares al servicio de una comunidad”. Lo suyo es la espontaneidad y el trabajo con la gente.
“La Iglesia no puede ser distante y lejana. Los presbíteros somos seres humanos liderando una comunidad de fe desde una opción radical por el Señor. Por eso, en Los Carmelitas trabajamos por seguir un camino de humanización que es al que nos invita Jesús”, explicó.
“En las distintas casas donde nos encontramos en Colombia, nuestra misión es la misma. Consiste en ser hombres en medio de la comunidad religiosa que animen espiritualmente a las personas por medio de la oración, y lo complementamos con nuestra obra social”, aseguró el padre Sevillano.
Tiene como encargo supervisar el trabajo de los otros dos clérigos, un cucuteño y un ocañero, quienes en conjunto trabajan en esta parte de la frontera en representación de Los Carmelitas Descalzos. Los tres han consolidado un equipo para reactivar la fe.
La iglesia ha conformado frentes de trabajo para atender las necesidades particulares de la comunidad, teniendo un componente lúdico y social. “Nos divertimos, la pasamos rico y vamos conociendo a un Dios que es encuentro y nos lanza a darnos a los demás”, dijo Freddy Rincón, el sacerdote cucuteño.
Recordó a padres que han liderado procesos de evangelización “festivos” como Jairo Navarro y Jaime Alberto Palacios. En los últimos años han intentado recuperar lo festivo. “Integramos medios como la música, que nos ha dado excelentes resultados”.
Añadió que los ‘cristianos separados’ tienen dos cosas que a la Iglesia Católica le hacen falta: buen sonido y acogida. Por eso, desde Enero, cuando quedó como párroco encargado, ha reforzado esos aspectos.
“El trabajo no es extraordinario, la novedad es el Señor. Acá la gente llega y es capaz de percibir a un Dios que genera un encuentro personal y transforma vidas”, afirmó el sacerdote Ever Lizcano, de Ocaña.
En los últimos años los padres Carmelitas Descalzos han entregado 14 viviendas en la capital nortesantandereana. La última correspondió a un jardín infantil, el pasado 9 de julio. Han logrado consolidar esta labor de beneficio social mediante donaciones y el trabajo desarrollado en coordinación con las comunidades.
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