También se habían contagiado del mismo mal los compatriotas de la provincia de los Caro, quienes envalentonados por su paisano Lucio Pabón Núñez les había prometido construcciones a granel, comenzando por el hospital, que prometía ser algo maravilloso y para que se viera que había algo de verdad en las denuncias de los médicos contra sus colegas y de las irregularidades que la prensa venía haciendo en el manejo de los dineros de la Beneficencia.
Pabón Núñez, en ese momento ministro de la política, era el hombre fuerte del régimen, estaba en Ocaña en compañía de otros dos ministros, aprovechando la ocasión para mostrar a sus paisanos que además del hospital les construiría el edificio y demás instalaciones que albergaría el cuartel del Ejército Nacional, en las que años más tarde sería trasladado de Cúcuta, el Batallón Santander.
En esa correría se trasladó con sus colegas ministros de Guerra, el Brigadier General Gustavo Berrío Muñoz, el ministro de Higiene o Salud Pública, el doctor Braulio Henao Mejía y el de Obras Públicas, Santiago Trujillo Gómez.
Estarían allí hasta el 8 de enero del año 54 para dirigirse luego a la capital del Norte de Santander con el fin de continuar con su periplo inaugurador de obras para beneficio del pueblo, al decir en ese momento del gobernante militar.
A Cúcuta vendrían los ministros a lo mismo. Iban a darle la bendición de estreno a las obras que la administración local, con el apoyo del gobierno nacional estaba realizando en esta parte del país.
Ahora bien, la más relevante de las obras por inaugurar era el puente sobre el río Pamplonita que uniría al corregimiento de San Luis, el asentamiento más antiguo de esta zona con la capital del departamento y que sería el prolongamiento de la avenida Santander, época en que se conocía como Trasversal Santander y que finalmente se bautizó como Diagonal y el nombre de nuestro Hombre de las Leyes.
Lo interesante de esta situación se dio en las postrimerías de la construcción del dichoso puente, porque la discusión no se centró en los detalles técnicos ni arquitectónicos sino en la designación que tendría, toda vez que a esta clase de monumentos se acostumbraba a rendírsele honores a alguien o a algo, como fechas o realizaciones que se hayan destacado en beneficio de la región.
El gobernador Rivera Laguado, quien era en realidad, el dueño del balón, era partidario del nombre del ministro Pabón, pero en torno a ese nombre se había declarado una especie de guerra que hacía vacilar al gobernante a decidirse, pues otras alternativas se le había propuesto con el ánimo de calmar las angustias que producía el bautizo con el nombre del político ocañero.
Algunos le propusieron que se llamara Ramón González Valencia en honor del general ganador de la batalla de Palonegro, otros más lambones decían que debía llamarse Rojas Pinilla, porque gracias a su gestión se había podido concretar la monumental obra; también salieron a relucir quienes habían sido los que sacaron a los Padres Agustinos de la ciudad y estos pedían que se llamara Demetrio Mendoza, en ese momento el “héroe de San Luis”.
Incluso el directorio Conservador terció en la contienda solicitando se le pusiera el nombre de Jorge Leyva, el ministro de Obras Públicas que había impulsado y financiado la obra.
Todos comenzaron a librar una batalla por obtener la victoria, incluso los ‘mamadores de gallo’ decían, en tono burlón, que sería más apropiado llamarlo ‘Puente Judas’ en referencia a detalles políticos que por esa época se tenía y que supe de muy buena fuente, de boca de un testigo de la más digna confianza.
Al final, paradójicamente todos estuvieron de acuerdo con el nombre propuesto por el gobernador, con un argumento bastante frívolo y es que si el doctor Pabón Núñez no hubiera firmado el decreto “botando” del ejército al ilustre presidente, el 13 de junio no hubiera pasado nada y los demás candidatos hubieran seguido siendo tan distinguidos como hasta ahora lo habían sido.
Para recibir a los ilustres visitantes, se habían desplazado –por tierra- hasta Ocaña, el gobernador Rivera, su secretario de Obras Scovino, el director de Educación Nacional, Ernesto Villamizar Daza y el secretario de gobierno municipal, Enrique Flórez Faillace quienes regresaron en el avión militar, junto con el comandante del Batallón Santander el teniente coronel Germán Uribe Jaramillo y los ministros.
Los invitados fueron recibidos en el aeropuerto Cazadero donde el ejército les rindió los honores pertinentes, una infaltable copa de champaña y el desfile hasta la gobernación donde les esperaba otra copa de champaña y allí se iniciaba la correría de inauguraciones, en todas las cuales había su respectiva copa de champaña; llama la atención este detalle, pues no es de extrañar que por esa razón muchos o casi todos los políticos de entonces tenían su fama de ‘tomadores’.
A las tres de la tarde, el ministro de Salud Pública, visitaría el manicomio (así se llamaba entonces) y el hospital para constatar su buen funcionamiento y a las 5 de la tarde sería la bendición e inauguración del edificio de la Sociedad de Mejoras Públicas, donde además funcionaría la Biblioteca Departamental Julio Pérez Ferrero.
Para quienes no saben dónde está situado este edificio que aún hoy existe, aunque en deplorables condiciones, queda frente al Parque Nacional en la calle novena entre tercera y cuarta. De allí salieron a una recepción en el Club del Comercio ofrecida por el comandante y los oficiales del Ejército.
A la mañana siguiente estaba programada la visita, solo para verificar el avance de las obras, a la Cancha de Básquetbol Rojas Pinilla, donde fueron nuevamente agasajados, esta vez, por la Liga con su respectiva copa de champaña.
Luego se trasladaron a las obras del alcantarillado, la muralla del Pamplonita y al Hotel de Turismo para finalizar con un almuerzo en la Hacienda San Juan, en la vía que conduce a la frontera y que era propiedad del ingeniero Víctor Pérez Peñaranda, entre otros contratista de alguna de esas obras.
En las horas de tarde se produjo el gran acontecimiento de la bendición e inauguración del puente, ya con el nombre del ministro; el acto ritual lo ofició el obispo de Pamplona, el excelentísimo monseñor Forero y fue la primera dama del departamento doña Magdalena Martínez de Rivera quien estrelló contra el pavimento la botella de champaña de protocolo en estos casos.
Fue notoria la baja asistencia al acto, pues parece que al gobernador se le olvidó decretar el día cívico, razón por los cual, los servidores públicos no pudieron ausentarse.
El discurso de inauguración fue pronunciado a nombre del gobernador por el secretario de agricultura Manuel Guzmán Prada y respondido por el homenajeado de manera sencilla, donde esbozó su propósito de seguir sirviéndole a su tierra con decisión, cariño y dedicarle sus esfuerzos con máxima devoción.
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