Se había empeñado en conformar, con una selección, bien destacada de alumnos de la institución, el Orfeón Colombia, un conjunto coral mixto que puso muy en alto el nombre musical del país y cuyo lema primordial fue ‘elevar al más alto grado de perfección, el folklore colombiano’.
Este orfeón se estrenó en el Palacio de La Carrera, cuando éste era la sede presidencial, ante el primer magistrado de entonces, Mariano Ospina Pérez en compañía de su esposa, la muy conocida doña Bertha Hernández de Ospina, quien se hiciera famosa por sus columnas firmadas con el pseudónimo de Tábano.
Con este grupo coral, el maestro Tarazona realizó conciertos en los más afamados recintos del país, entre los que podemos enumerar, los teatros Colón, Municipal y Colombia; en el Circo de Santamaría, como llamaban en esa época a la Plaza de Toros, así como en las principales embajadas acreditadas en la capital como la de Estados Unidos y la de México entre otras muchas, en donde demostró con realizaciones artísticas todo lo grande que se puede hacer con el arte coral y con nuestros ritmos nacionales, pues música de todas las regiones del país presentó el Orfeón Colombia, con óptimos resultados artísticos.
Antes de iniciar la narración sobre la creación de este conjunto coral que le brindó grandes satisfacciones a la ciudad pero que posteriormente fue languideciendo hasta su final desaparición, la cual coincidió, de buena manera con la muerte del maestro, quiero presentar una breve descripción del término, toda vez que se trata de un concepto poco usual, de exiguo uso en la actualidad y cuya etimología es bueno recordar.
Orfeón es un vocablo que se deriva de Orfeo, un legendario personaje tracio (de Tracia), sabio y músico, que se acompañaba permanentemente de una lira que con su música, se dice que encantaba a las fieras y atemperaba el carácter de los hombres y además, amaestraba los monstruos del infierno. Dice la mitología griega, que el dios Apolo le regaló una lira de siete cuerdas pero que Orfeo le agregó otras dos con las que pudo alcanzar las características antes mencionadas.
Así pues, Orfeo era el dios de los músicos y los líricos de la historia antigua y en su honor se bautizaban las agrupaciones corales, en especial aquellas compuestas por un gran número de participantes.
Entusiasmado por el éxito obtenido en Bogotá con su grupo artístico, el maestro Tarazona decidió incursionar en el mismo campo en esta ciudad y por ello encarriló todas sus energías a conformar un grupo que tendría el privilegio de iniciar las actividades artísticas dentro del marco de la colaboración altruista del público cucuteño y cuyo sueño sería la creación del gran Orfeón Cúcuta.
El maestro Tarazona se dispuso a promover este, su nuevo proyecto, en la ciudad de sus afectos y por ello comenzó a tocar puertas y a todos con quienes se encontraba, les echaba el mismo cuento tratando de convencerlos de realizar los aportes necesarios para concretar su sueño.
Les decía que el orfeón era la máxima expresión del arte del que se puede enorgullecer una auténtica cultura general, que en una masa coral, continuaba, se encuentran reunidos todos los recursos espirituales, que son incalculables, y de cuya conjunción resultaba un puritanismo clásico de gran perfección en que el verdadero arte campea airoso y elocuente con su lenguaje universal que nos dice en un emblema de palabras de oro: Música y Arte. Como quien dice, con este discurso, ¿quién se negaba a contribuir con el proyecto?
Bien decidido como estaba, se había impuesto la tarea de cumplirla en el perentorio plazo de un mes, pues contaba, además de los recursos financieros que logró recabar con su convincente argumento, con la entusiasta colaboración de los estudiantes que en buena hora y para cultura de esta tierra habían sido becados por el gobierno del doctor Unda Ferrero para estudiar en el Conservatorio Nacional, institución a la cual pertenecía el maestro Tarazona y que ya próximos a terminar sus estudios, regresaban a su tierra a retribuir las enseñanzas recibidas.
Los jóvenes becarios de magníficas dotes musicales, habían terminado su primer año con excelentes calificaciones, lo que influyó para que fueran incluidos en el elenco de la premier de El Réquiem, arriba citado. Los beneficiarios de las becas fueron Justo Pastor García, Artidoro Mora, Aracely Hernández y las hermanas María Helena y Teresa Olivares.
Para todos es de grata recordación el nombre de María Helena Olivares, soprano que se destacó desde el mismo momento en que pisó por primera vez el Conservatorio, toda vez que con su voz encantó a todos quienes la escuchaban y por ello, logró que nuevamente la Gobernación del Norte de Santander la becara, esta vez a instancias del maestro Tarazona fue a estudiar canto lírico clásico en el Conservatorio de Santa Cecilia en Roma. Al regresar a Colombia inició su vida profesional cantando música de cámara la que combinaba con música colombiana. Su embeleso por la música de Verdi la llevó a participar del concurso de voces verdianas en Parma, a mediados de los años sesenta, obteniendo el primer galardón con el merecimiento adicional de un contrato para interpretar sus óperas predilectas en el renombrado teatro La Scala de Milán.
Es preciso recordar que el maestro Tarazona, estaba radicado en Bogotá y venía esporádicamente a Cúcuta a concretar sus proyectos, como el del Orfeón.
Sólo se instaló definitivamente en la ciudad, unos tres años más tarde, en el 52 cuando fue nombrado director del Conservatorio de Cúcuta; posteriormente creó, con el mismo entusiasmo, la Orquesta Sinfónica del Norte de Santander.
Entre sus múltiples aportes musicales terminaré por decir que el maestro Tarazona fue el autor de la música del himno del Norte, una de sus piezas más preciadas.
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