Ya por esa época, el maestro Ramírez, venía precedido por su fama y su nombre, que era altamente apreciado en los más elevados círculos artísticos de la capital de la república y se pretendía que se conociera de la misma manera, en esta su tierra y se le brindara y acogiera como se lo merecía.
Terminados sus estudios de bachillerato, tuvo que decidirse por estudiar una profesión que ayudara a su familia a salir de su angustiosa situación y por esa razón, comenzó sus estudios de arquitectura en la Universidad Nacional, así pensara que esa no era su vocación y como él mismo lo confesara en alguna entrevista que le hicieran años más tarde, “tuve que escoger una profesión lucrativa, pues mi familia nunca hubiera aceptado que fuera artista. Ser artista en esa época, era como irse con un circo, como ser maromero, una cosa totalmente absurda”.
En un momento, dejó de lado sus estudios de arquitectura y se inscribió en la facultad de Artes y Decoración de la misma universidad, ya más decidido a seguir sus inclinaciones artísticas y simultáneamente participa en su primera exposición, una colectiva en la facultad de Arquitectura, donde expone unas acuarelas de corte figurativo influido por algunos pintores clásicos, en particular por Van Gogh.
Posteriormente abandonaría esa técnica y se dedicaría al óleo; por esa misma época fue invitado a trabajar con el maestro Edgar Negret en la Universidad del Cauca y participa en el VII Salón de Artistas Colombianos, obteniendo el segundo premio, lo cual lo lanza al estrellato artístico nacional, razón por la cual, lo invitan a exponer su obra en la ciudad capital del Estado Táchira.
Pero a lo que vinimos vamos; para el jueves 5 de febrero, se programó en los salones de la Biblioteca Departamental y aquí les recuerdo que entonces la biblioteca estaba recién inaugurada y quedaba en la calle novena, frente al parque Nacional, edificio que todavía existe y en el cual despachan algunas dependencias oficiales, una exposición de pinturas que al decir de la prensa ‘constituirá todo un acontecimiento artístico para nuestra ciudad’.
El evento sería inaugurado por el doctor Marciales, a la sazón director de la Biblioteca y a partir de este momento comenzaron las dificultades propias de un programa que no tuvo el acompañamiento ni la divulgación ni tampoco el interés de la clase dirigente y el público culto de la ciudad, pues el discurso inaugural tuvo que suspenderse, quién lo creyera, ¡por ausencia de auditorio!
Claro que a juzgar por el posterior desarrollo de los acontecimientos, parece que esta situación fue claramente inducida por sectores del gobierno regional, pues al parecer, el Director de Educación del departamento se asomó minutos antes del inicio de la presentación y dicen, que salió espantado porque en uno de los cuadros se muestra el semidesnudo de una mujer que ‘medio muestra una pierna o algo parecido’.
El hecho es que, al día siguiente, el pintor recibió una nota instándole a retirar el cuadro sino se procedería a clausurar el espectáculo ‘por inmoral’.
Por considerar que la misiva es toda una obra de arte a la intolerancia que imperaba entonces, me permitiré transcribirla, prácticamente en su totalidad.
La carta tiene fecha del 6 de febrero, el día siguiente a la apertura de la exposición y está dirigida al maestro:
“Atentamente me permito manifestarle que la Dirección de Educación tiene conocimiento que, entre los cuadros que usted exhibe en su exposición del salón de la Biblioteca Departamental, figura uno que por su inmoralidad usted debe retirar inmediatamente de dicha exposición.
Fácilmente se comprende que en los pueblos de nuestra índole social, exhibir cuadros como el suyo y me refiero al Desnudo que figura en la Exposición, constituye un atentado incalificable contra la moralidad y las buenas costumbres de los ciudadanos.
Eso estaría bien en países en donde el sentimiento moral ha sido relegado a un plano secundario, pero en el nuestro, esencialmente religioso, respetuoso de la dignidad humana, tamaña osadía no puede permitirse ni la dirección de la cultura lo toleraría.
De tal manera ruego a usted se sirva retirar inmediatamente dicho cuadro de la exposición, pues de lo contrario la Dirección de Educación se reserva el derecho de clausurar lo que en realidad de verdad no puede interpretar la divina esencia del arte.”
Firma Luis E. Nava M. Secretario.
Antes de entrar en detalles de lo ocurrido posterior al recibo de la notificación, debo hacer un recuento muy breve de las obras expuestas para ilustración de mis lectores.
Fueron dieciocho obras, de los cuales cuatro óleos de composición fuerte en los que resaltaba la figura humana, altamente realizada, ellos eran “La Venus Americana, Amanecer, Mujeres soñando y Autorretrato”; los demás eran acuarelas en las cuales se destacaban varios paisajes, obras de las etapas iniciales del pintor y entre ellas, el cuadro de la controversia, “Mujer Blanca”.
La exposición sólo duró un día, ya que el maestro se negó a retirar su cuadro y la Dirección de Educación la clausuró formalmente al día siguiente.
Claro que esta decisión levantó polvareda en los círculos intelectuales no solo de la ciudad sino del país entero.
Ríos de tinta corrieron por cuenta de ese episodio tan inexplicable en los anales de la realización artística colombiana al punto que la mejor interpretación de esta situación fue descrita en el periódico El Tiempo de la capital de la república cuando escribió:
“Esa actitud grotesca y la nota en que hubo de comunicarse al artista… constituyen una nueva modalidad de la campaña oscurantista que se ha iniciado contra todas las expresiones de nuestra cultura y contra quienes no participan de cuanta falsa postura pueda darse en materias espirituales y morales.”
Y para rematar, aprovechando el desorden, hubo quienes se fueron lanza en ristre contra el Concejo, por cuenta de las obras de Salvador Moreno, que se encontraban presas de las polillas, en el cuarto de los cajones viejos, sin que nadie se haya preocupado por ellas ni mucho menos mostrarlas en exposición permanente como es lo justo con los artistas más insignes de un país.
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